8.4 Diferencias culturales

Los psicólogos sociales saben que la cultura tiene profundos efectos sobre la conducta. Por ello, se hace necesario observar lo que hay alrededor de las personas para poder comprender lo que hacen, lo que dicen, lo que piensan y lo que sienten. Por tanto, es importante conocer la influencia de la cultura sobre el comportamiento social. Esta influencia sirve para mostrar la tenue frontera que existe entre lo social y lo cultural. De hecho, lo social y lo cultural son dos áreas que se complementan. Así, saber cómo la gente reacciona ante las emociones en función del contexto cultural, o conocer si un líder eficaz en Asia es similar a un buen líder anglosajón, son algunos ejemplos de las investigaciones que se llevan a cabo en la Psicología Social Transcultural.
En general, la Psicología Social analiza cómo los grupos sociales, las instituciones y las culturas afec­tan a la conducta del individuo, siendo uno de sus objetivos conocer el funcionamiento de la mente en sociedad. Esta determinación mutua de mente y sociedad es lo que estudian los psicólogos sociales (Turner, 1999).
La Psicología Socia! Transcultura! tiene en cuenta los conocimientos generados en la teoría e inves­tigación psicosociales y los aplica al estudio de las culturas, Una de las principales características que la definen es que trata de establecer similitudes y diferencias entre contextos culturales en creencias, nor­mas, valores y roles. Es decir, la Psicología Social Transcultural realiza comparaciones en:
las creencias que las personas tienen sobre la cultura,
las normas como las reglas y expectativas que regulan las conductas que son deseables e indesea­bles para los miembros de la cultura,
los valores como principios relevantes en la vida con los que las personas evalúan lo que es de­seable, bueno o bello, y que sirven de guía para la conducta diaria o corno enunciados acerca de cómo deben ser las cosas,
los roles corno las conductas esperadas y prescritas para las personas con posiciones definidas en la estructura social (Triandis, 1995).
Por su parte, el trabajador social se ocupa, entre otros problemas, de las diversas carencias del indi­viduo inmerso en una sociedad. Así, corno se ha señalado en el Capítulo 1, uno de los objetivos del tra­bajador social es proporcionar bienestar al ser humano, y en esto se incluye la adaptación de las per­sonas a su entorno cultural. Este hecho requiere el conocimiento de la Psicología, ya que esta disciplina permitirá al trabajador social conocer las manifestaciones y capacidades de las personas frente a sus ne­cesidades, así como su comportamiento en las relaciones individuales, grupales y sociales. Al mismo tiempo, le facilitará la comprensión de la interacción de los individuos en las estructuras de los grupos y organizaciones sociales (Ares, Ramírez y Sánchez, 1987).
Parte de lo expuesto anteriormente se refleja a lo largo de los diferentes capítulos que constituyen este manual. En concreto, éste se centra en explicar la importancia que tiene la cultura sobre el ser hu­mano. Para ello, en primer lugar, se abordará el concepto de cultura. En segundo lugar, se analizarán algunas matizaciones sobre e] estudio de las culturas. A continuación presentaremos dos de los modelos, el de Hofstede y el de Schwartz, que sirven para estructurar las diferencias culturales y, por último, mos­traremos las estrategias de interacción que permiten tener una adecuada adaptación a los diferentes contextos culturales.
El individuo en sociedad
Una de las cuestiones que terminamos de plantear es que la Psicología Social estuclia la relación riel individuo y la sociedad, aunque esta interacción individuo-sociedad ha estado teñida de controversias. En este sentido, es importante conocer la visión que sostuvieron los individualistas metodológicos y los seguidores de las aproximaciones más holísticas. Dicha disyuntiva se intenta explicar mediante una co­rriente más integradora, el interaccionismo. En el Cuadro 2.1 se presentan estas tres perspectivas.
Cuadro 2.1. Perspectivas sobre el estudio de la Psicología Social
Fuente: Turner, 1999, pp. 3-6
Los interaccionistas estudian a los individuos en relación con sus sistemas y comunidades culturales. Además, este enfoque de análisis incluye tanto procesos entre las personas —denorninados interperso­nales—, como procesos individuales (intrapersonales), sin olvidarse de lo grupal y lo societal. Veamos a continuación en qué consisten cada uno de ellos.
Según Sapsford (cit. en Morales, 1999) en el estudio de la Psicología Social se pueden diferenciar cua­tro dominios de análisis: las sociedades o instituciones sociales, los grupos, las relaciones interpersonales
Holismo sociológico
Supremacía de lo social sobre lo individual. Es decir, lo social es más importante que el conjunto de individuos que constituyen una sociedad.
La vida individual tiene su origen en la vida colectiva.
Individualismo metodológico
El individuo es la única unidad de análisis de las ciencias sociales. Es decir, no se tiene en cuenta la unidad de análisis colectiva.
Los componentes del mundo social son individuos que actúan a la luz de sus disposiciones mentales.
Interaccionismo
La interacción entre individuas puede producir procesos psicológicos diferentes a los de la Psicología individual.
Las reacciones de las personas ante el mundo son una función de cómo perciben, comprenden o interpretan dicho entorno social.
Las mentes individuales no se forman en aislamiento, sino en interacción social.
y el dominio intrapersonal. Además, ningún dominio es más importante que otro, es decir, no existe una relación jerárquica entre ellos sino de complementariedad, esto significa que todos ellos contribuyen desde su óptica a la comprensión de los fenómenos, siendo esa comprensión mucho más rica si se tienen en cuenta las relaciones entre los diferentes dominios. Veamos a continuación cómo se caracte­riza cada uno de ellos:
El dominio societal comprende los procesos colectivos que se caracterizan por ser externos a los individuos. Por ejemplo, el estudio de las culturas.
El dominio grupal se ocupa de la interacción de las personas que constituyen un grupo. Esta intera­cción grupal puede generar una serie de significados compartidos, como, por ejemplo, la cohesión grupal, que se analizará en el Capítulo 4 sobre «Procesos grupales y relaciones intergrupales».
El dominio interpersonal implica la participación de dos o más personas. Aquí las personas se con­sideran como un todo, sin referirse a sus pertenencias grupales y culturales. En este sentido, el Ca­pítulo 6 ilustra este dominio de análisis.
El dominio intrapersonal enfoca las estructuras internas de las personas, por ejemplo, las actitudes y la agresión. Ambos temas se abordarán en dos de los Capítulos de este manual (el 3 y el 8, res­pectivamente).
Además, y siguiendo a Morales (1999), hay que reconocer la distinción entre dominios para evitar los errores que se originan entre las distintas unidades de análisis. Estas confusiones son la falacia eco­lógica y el error opuesto.
La falacia ecológica: se cornete cuando se infiere que a partir de las características o relaciones que se encuentran en el dominio societal, éstas se dan también en el interpersonal. Este error da por supuesto que todos los miembros de un grupo muestran las mismas características. Por ejem­plo, por el hecho de pertenecer a una cultura se aplican falazmente a un individuo algunas de las características «típicas» de la cultura (como considerar que cual‑
quier persona por ser alemán es extremadamente racional). Es decir, se utilizan los datos agregados del grupo para realizar inferencias sobre los individuos.
La falacia atomística o error opuesto: en este caso se infiere que los procesos que se producen en el dominio intrapersonal se dan también en los dominios grupa! y societal. Es decir, es el error de inferir conclu­siones sobre el nivel superior con datos correspondientes a unidades inferiores o a partir de datos individuales.
Llegados a este punto, es importante matizar que en el análisis transcultural se suelen tener en cuenta las unidades de análisis individual y colectiva. Así, se analizan los resultados de caria uno de los individuos en relación a su cultura de pertenencia a través de modelos muitinivel. Estos modelos, también denominados jerárquicos, arrojan información a nivel individual y colectivo, y resuelven las falacias ecológica y atomística que terminarnos de mencionar.
En conjunto, y para concluir con este epígrafe, la Psicología Social, tal y como terminamos de ex­poner, es el estudio de la mente en sociedad. Si bien, en este capítulo nos vamos a centrar en el estudio de la mente pero en la cultura. Es decir, en el papel que juega la cultura sobre la persona.
En síntesis, el debate sobre la influencia de la cultura en los procesos psicológicos mentales tiene una larga trayectoria en la Historia de la Psicología (véase Cubero y Santamaría, 2005). Estos autores destacan la importancia de los significados culturales en la constitución de la mente del individuo. T. Waitz (cit. en Cubero y Santamaría, 2005) defendió la influencia de la mente en la cultura, estableciendo una re­lación de interdependencia entre mente y cultura. Waitz no sólo considera que la cultura determina los modos de pensar y relacionarse con los demás, sino que va más allá y analiza el otro sentido de la re­lación. Es decir, el pensamiento incide en la cultura generándola y preservándola.
DEFINICIÓN DE CULTURA
Tratar de dar una definición de cultura no es tarea fácil, ya que existe un amplio debate sobre este concepto. Al mismo tiempo, hay una gran variedad de definiciones. Así, en un primer momento, los an­tropólogos se centraron en el estudio de los grupos de personas relativamente pequeños y aislados. Sin embargo, en la investigación realizada en las islas de la Polinesia, Malinoswski (1927, cit. en Smith, Bond y 1<agitcibasi, 2006) fue capaz de aunar tanto los aspectos objetivos como subjetivos de la cultura, es decir, relacionó por ejemplo la reproducción de la especie (aspecto objetivo) con el modelo de familia (aspecto subjetivo). En su definición de cultura incluye el hábitat, las creencias, las normas y los valores heredados, formando parte integral de un modo de vivir particular. Estas relaciones son importantes, ya que consideran a la cultura corno un todo.
Existen muchas definiciones de cultura analizadas desde otras orientaciones teóricas afines a las
Ciencias Humanas. Así, autores como Geertz (1988) definen la cultura como un conjunto de significa‑
ciones, pero más que una definición, lo que propone este autor es
una forma diferente de ver las cosas, es decir, de observar las rea‑
lidacles. En general, desde estas orientaciones científicas, como no
se puede conocer directamente el contenido mental de una perso‑
na, lo que se hace es determinar esas características mentales a tra‑
vés de la observación de los comportamientos personal y grupa!.
Por su parte, los psicólogos sociales han centrado su atención en
el hecho de que todos nacernos en un contexto cultural. En el pro‑
ceso de socialización dentro de este medio aprendemos a adoptar
los usos y costumbres de otros individuos. Los otros con quienes
mantenernos contacto son parte de una sociedad; su cultura consiste
La concepción de la cultura como mapa mental.en las prácticas vigentes, transmitidas de generación en ge­neración (Baron y Byrne, 2005). Por tanto, desde esta óptica la cultura representa un mapa mental, es decir, cada indi­viduo posee una guía de comportamientos culturales que comparte con su grupo social.
Los trabajos de Casullo y Fernández (2005) indican que el término cultura incorpora aspectos muy diferentes, como valores, actitudes, opiniones, tradiciones, costumbres e his­toria. El plano cultural refleja patrones aprendidos de com­portamiento, prácticas de crianza, criterios de elección de parejas, así como rituales relacionados con las concepciones de salud y enfermedad. Sin olvidarnos del hecho que el mar‑
– Observables
– La forma de vestir.
– Los patrones de comporta­miento, las reglas, las histo­rias, los mitos, el lenguaje y las ceremonias.
– Inobservables                               -Valores, normas, creencias y presunciones compartidas
La cultura como conjunto de características observables e
inobservables que comparten los miembros de una comuni‑
dad y que son transmitidas degeneración en generación.
li
co cultural pone en evidencia sistemas de gobierno e instituciones sociales, como los servicios sociales.
A pesar de la diversidad conceptual que existe sobre el término cultura, tal y como hemos tenido oca­sión de observar en los párrafos anteriores, la mayoría de los autores están de acuerdo en que debemos considerar a la cultura como un todo que incluya el conocimiento, las creencias, las normas, los roles, las costumbres y cualquier otra capacidad adquirida por la persona como miembro de la sociedad.
En definitiva, tras las diferentes definiciones que los académicos ofrecen acerca de la cultura, cabe des­tacar que no prevalece un único criterio, más bien existe un consenso que indica que la cultura implica numerosos aspectos objetivos y subjetivos interrelacionados, tal y como se muestra en el Cuadro 2.2.
Cuadro 2.2. Bases para la descripción de cultura
Aspectos subjetivos
A) Creencias, normas y valores sobre:
la relación con la autoridad.
la relación entre la persona y el grupo, la relación entre hombres y mujeres, 4) los modelos de familia,
51 cómo se manejan los conflictos,
la relación entre la persona la naturaleza,
la concepción del trabajo,
B) Roles adscritos a la estructura social, posiciones definidas socialmente y conductas esperadas (padres-hijos, trabajador social-inmigrantes, etc.).
Aspectos objetivos
Patrones de reproducción.
Hábitat.
Idioma.
Fuente: Elaboración propia a partir de Páez, Fernández, Ubillos y Zubieta 12003).
Claves para entender el análisis de la cultura
Las investigaciones realizadas sobre la cultura señalan que es importante considerar una serie de claves para reconocer qué entendemos por cultura. Estas claves, que a continuación vamos a explicar brevemente, han sido recopiladas por Páez y Zubieta (2003).
La cultura es compartida: las concepciones de la cultura suponen el carácter compartido de las creencias o significados. Así, se considera cultural una conducta que, aunque no sea practicada por todas las personas, es juzgada y compartida como apropiada por una mayoría social.
La cultura es dinámica y contradictoria: la cultura no es una entidad estable e inmutable, sino que es un sistema en tensión, dentro de la cual existen normas contradictorias. Por ejemplo, el individualismo norteamericano caracterizado por dar prioridad a los fines individuales se asocia simultáneamente con una gran capacidad de adaptación a los otros.
La cultura es normativa: los valores culturales, que moldean la conducta so­cial, definen lo que se espera que sea la realidad. Es decir, lo deseable y aceptable socialmente. Estos valores generalmente son sistemas de creencias compartidos por las personas que tienen un mayor estatus social.
La cultura se transmite: la conducta es aprendida y transmitida de generación en generación.
La cultura como un conjunto de significados: la cultura es una abstracción pero o inferencia de conductas y creencias individuales, aunque no es una reali­dad diferente de éstas. Es decir, no se trata de una entidad superior a las con­ductas de las personas que conforman una sociedad.
La cultura no coincide con la raza, la etnia, la nación, ni con e! lenguaje.
La cultura como creatividad: la cultura es una caja de herramientas que las personas utilizan activamente para crear y recrear significados.
Comparaciones emic y etic sobre culturas
Tras la presentación de algunas claves sobre el análisis de la cultura, y antes de exponer los modelos de Hofstede y Schwartz, es importante conocer cómo deben realizarse las comparaciones entre diferentes culturas. En este sentido, la distinción emic-etic nos permitirá mostrar cómo se pueden realizar las comparaciones transculturales. En muchas ocasiones, se estudian culturas aplicando instru­mentos que no se generaron en ellas. Este enfoque, denominado etic impuesto, es el que ha predo­minado en la investigación transcultural. Es decir, frecuentemente se han utilizado instrumentos desarrollados en la cultura occidental para realizar estudios en otros contextos culturales. Esto ha su­puesto la universalidad de las categorías occidentales y su consiguiente imposición en otras culturas (Berry, 1989).

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